Adorar también es predicar
Bob Kauflin
La mayoría de la gente ha hecho una dicotomía desafortunada entre la adoración y la predicación. Se entiende más o menos así: la adoración es cuando cantamos y experimentamos la cercanía de Dios, expresamos nuestro amor a Él y permitimos que Su Espíritu se mueva entre nosotros. Todas actividades del lado derecho del cerebro.
Por su parte, escuchar la Palabra apela a nuestro lado izquierdo del cerebro. Es alimento para la mente. Es para nuestro intelecto, diseñado para hacernos pensar, no sentir.
Quienes creen en esta separación, asisten a una iglesia para experimentar al Espíritu durante la música, y luego visitan otra para obtener buena enseñanza.
Sin embargo, la canción y la predicación no son incompatibles o contrarias una a la otra en ninguna forma. Ambas tienen el propósito de exaltar la gloria de Cristo en nuestros corazones, mentes y voluntades. Toda la reunión es adoración, toda la reunión debe estar llena con la Palabra de Dios, y toda la reunión debe caracterizarse por la presencia del Espíritu.
Esperar con entusiasmo el poder del Espíritu en nuestras reuniones va de la mano con un compromiso radical hacia la autoridad y suficiencia de la Palabra de Dios.
No solamente el Espíritu de Dios inspira la Palabra, Él ilumina nuestros corazones para que podamos entenderla. El Espíritu de Dios y Su Palabra van juntos.
Dios quiere que la lectura de Su Palabra no solo sea uno de los momentos más importantes de nuestras reuniones, sino uno de nuestros momentos más importantes de cada día. Valorar la Palabra de Dios significa que nosotros la amamos más que la página de deportes, o nuestro programa favorito de televisión, o nuestro tiempo en internet. Valorar la Palabra de Dios quiere decir apreciar su inestimable importancia y poder transformador. Quiere decir anhelar pasar el resto de nuestras vidas familiarizándonos más con lo que Dios nos ha dicho.
Las canciones son teología. Nos enseñan quién es Dios, cómo es Él y cómo debemos relacionarnos con Él. “Somos lo que cantamos”, decía alguien. Es por eso que debemos cantar la Palabra de Dios. Canta la Palabra de Dios. La lírica es más importante que la música. La verdad trasciende a la tonada.
Podemos además leer la Escritura entre las canciones. Hacer esto no necesariamente interrumpe el flujo o inhibe la verdadera adoración; al contrario, la alimenta. Leer un pasaje de la Escritura puede ayudar a las personas a entender por qué interpretamos el siguiente canto, da una base bíblica para una línea o verso, o sirve como un cambio en el enfoque entre dos cantos.
Como todo lo que hacemos en la adoración para Dios, la oración es una oportunidad para centrarnos en la Palabra. Eso no significa que no usemos nuestras propias experiencias o pensamientos. Simplemente significa que somos formados e informados –tanto en actitud como en contenido– por lo que Dios nos ha revelado en la Escritura.
Un líder fiel de adoración combina la Palabra de Dios con la música y exalta la grandeza de Dios en Jesucristo. No necesitamos la música para escuchar la Palabra de Dios. No necesitamos la música para adorar a Dios. Pero la Biblia vincula la música y la adoración con frecuencia suficiente para persuadirnos de que la música podría ser un aspecto importante de nuestra relación con Dios.
Un fragmento del libro Nuestra adoración importa (B&H Español)
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