Lo que se perdió, Cristo lo ganó
Otto Sánchez
Cuando leemos los cuatro primeros capítulos de Génesis, es fácil darnos cuenta de las consecuencias de la caída. Allí vemos lo que el pecado produjo en Adán y Eva, y, por consiguiente, en nosotros también. La pérdida de la inocencia produjo en ellos un conocimiento del mal que antes no tenían. Dicho en lenguaje informático, se podría decir que la caída hizo que se instalara la maldad en su sistema operativo humano.
Por la desobediencia de Adán y Eva, nosotros heredamos el pecado que también está presente en nuestro sistema. Todos nuestros pensamientos y acciones pecaminosas vienen como consecuencia de la caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, y junto con esa caída las consecuencias que a ella le acompañan. La Biblia dice:
- «No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir» (Rom. 5:14).
Al examinar la vida de esa primera familia, nos damos cuenta de las consecuencias inmediatas. He aquí algunas de ellas:
Vergüenza. «Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales» (Gén. 3:7, LBLA). Cosieron para sí vestimentas para cubrir su vergüenza. Todos los seres humanos de alguna manera siguen haciendo lo mismo: tratan de cubrir todo aquello que les avergüenza.
Culpa. «Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto» (Gén. 3:8). Al que sabe que hizo algo malo y no se arrepiente, la culpa lo consume. Hay culpa buena24 que nos lleva al arrepentimiento. Pero aquí Adán y Eva huyen porque saben que están mal, sin arrepentirse de su desobediencia.
Miedo. «Y él respondió: Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí» (Gén. 3:10, LBLA). La voz que anteslos deleitaba ahora les produce miedo. El miedo viene por la falta de comunión con un Dios santo y bueno. El Dios cercano ahora se ha convertido en un extraño y lo han hecho lejano.
Sin embargo, a pesar de la herencia del pecado de Adán y Eva, un nuevo Adán ha instalado otro software en nuestro sistema operativo que no anula el otro, pero lo combate y lo compensa de una manera excelente. La Biblia dice:
- «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Cor. 15:22).
Por Adán vino la muerte; por Cristo entró la vida. Por Adán entró la condenación; por Cristo vino la salvación. Por Adán vino la caída; por Cristo vino la restauración. Por Adán se rompió la comunión con Dios; por Cristo nos convertimos en hijos de Dios.
¡Hermosa declaración! Ya somos justificados en Cristo y ninguna condenación hay para los que están en Él (Rom. 8:1). Por la obra de Adán llegó la maldición; por la obra de Cristo llegó la bendición y la restauración de lo que habíamos perdido.
Al ser hijos de Dios, lo que perdimos en Adán ahora se nos restaura por medio de la obra de Cristo. Ahora tenemos una nueva identidad en Cristo como hijos de Dios. Es un gran alivio saber que todo aquello que perdimos en Adán ahora lo tenemos en Cristo.
Un fragmento del libro Hacia la meta (B&H Español)
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