Juan Sánchez
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
Por lo cual dice:
Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
Y dio dones a los hombres.
Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros. – Ef. 4:7-11
Como el Cristo exaltado, Jesús ha estructurado Su Iglesia para poder cumplir Su misión de reunir a personas que reflejen la imagen de Dios (Ef. 4:7-11). Primeramente, Jesús ha sentado las bases: los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento (Ef. 4:9-11). El capítulo 4 no es la primera mención a los apóstoles y profetas en la carta a los efesios. En el capítulo 2, apóstoles y profetas aparecen juntos por primera vez. Por la fe en Cristo, los gentiles son ahora «miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo» (Ef. 2:19-20).
Los apóstoles y los profetas aparecen juntos nuevamente en el capítulo 3. El misterio antes oculto y que ahora se ha revelado (la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios) «no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado por sus santos apóstoles y profetas» (Ef. 3:5). En Efesios, al menos, los apóstoles y los profetas son aquellos mediante quienes el plan de Dios de exaltar a Jesús como el Cristo y reunir un pueblo multiétnico, es revelado.
Jesús quería dejar claro que Él mismo construiría Su Iglesia sobre la base de los apóstoles pues fue a ellos a quienes el Padre les había revelado que Jesús era el Cristo. Este es el fundamento de la Iglesia: la revelación del Padre de que Jesús es Su Rey ungido.
Los autores del Nuevo Testamento proclaman esa misma verdad de distintas maneras. Jesucristo es el fundamento (1 Cor. 3:11). Jesús es la piedra angular: la piedra más importante de los fundamentos (1 Ped. 2:7). Y, como en Efesios, Jesús es la piedra angular, y los apóstoles y los profetas son las restantes piedras fundacionales (Ef. 2:20). Lo que los escritores del Nuevo Testamento están diciendo, es que el pueblo del nuevo pacto de Dios se está reuniendo y edificando sobre el fundamento de la revelación de Dios con respecto a Su amado Hijo, Jesús, como el Cristo.
Otra forma de declarar la misma verdad es que el evangelio (el cual fue revelado a los apóstoles y profetas) es el fundamento de la Iglesia. Me he detenido en este punto porque Jesús está edificando Su Iglesia sobre esa base, y nosotros hemos de tener cuidado de no estar edificándola sobre alguna otra. Es tentador edificar la iglesia sobre una base que conduzca a un crecimiento más rápido: ministerios para niños y jóvenes, actividades musicales, entretenimiento, e incluso concursos y sorteos.
Si lo hacemos, podemos atraer a multitudes, pero no estaremos edificando realmente la iglesia. De hecho, Pablo advierte que los siervos del Señor que edifican sobre el fundamento de Cristo con materiales eternos serán recompensados, mientras que los que construyen con materiales temporales, aunque sean salvos, sus obras pasarán a través del fuego del juicio y se consumirán (1 Cor. 3:12-15).
Tras haber asentado los cimientos de la Iglesia, el Cristo exaltado también ha dado evangelistas a la Iglesia (4:11). Uno de los aspectos de nuestra misión como pueblo de Dios del nuevo pacto, es anunciar que Jesús está en Su trono y llamar a todos los pueblos de la tierra a apartarse de sus pecados y demás alianzas, e inclinarse ante el Rey Jesús con fe. Sin embargo, Jesús ha dado a la Iglesia a aquellos que tienen el papel específico de predicar el evangelio a aquellos que no conocen a Jesús. Felipe, por ejemplo, era un evangelista (Hech. 21:8), y Timoteo debía hacer trabajo de evangelista también (2 Tim. 4:5). Ya sea que ese evangelismo fuera un ministerio itinerante, tal como parece que fue el caso de Felipe, o en una iglesia local, como en el de Timoteo, los evangelistas son dados a la Iglesia para la propagación del evangelio.
Finalmente, sin embargo, Jesús ha dado pastores y maestros a Su Iglesia (4:11). Los pastores, también llamados ancianos (Hech. 20:17) y obispos (Hech. 20:28), tienen la tarea de pastorear la iglesia local (Hech. 20:28). Profundizaremos más sobre el papel de los pastores en capítulos posteriores, pero por ahora, nota cómo Jesús ha estructurado Su Iglesia. Él ha dado a los ministros de la Palabra a la Iglesia como dones (Ef. 4:7-11), para que puedan equiparla y edificarla hacia la madurez semejanza de Cristo. Que crezca gradualmente a imagen de Jesús (Ef. 4:12-13). Pero ¿cómo quiere Jesús que este ministerio del evangelio tenga lugar en la Iglesia?
Mientras que todos los ministros del evangelio de Efesios 4:11 fueron dados para equipar a los santos para el ministerio, los pastores y maestros tienen la responsabilidad principal de enseñar a la iglesia (1 Tim. 3:2; Tito 1:5,9). Equipan a la iglesia para la obra del ministerio al predicar y enseñar el evangelio, la revelación de Dios de que Jesús es el Cristo (Ef. 4:12). Los miembros de la iglesia reciben el evangelio y lo comparten en amor los unos a los otros (4:16). Piensa un momento en cómo funciona esto.
El pastor predica con base en un texto en particular de la Escritura, mostrándole a Cristo a la iglesia. Tras la reunión, los miembros hablan sobre esa palabra que el pastor predicó el domingo. Quizás los padres discutan el sermón con sus hijos durante el almuerzo. Los grupos pequeños en las casas pueden discutir el sermón durante la semana. El sermón del domingo por la mañana reverbera en toda la iglesia a medida que se habla de él durante la semana. Por supuesto, esto es solo un ejemplo. Estoy seguro de que podrás encontrar otros muchos.
¿Qué apariencia tendría tu iglesia si los solteros y los casados, los niños y los adultos, los nuevos creyentes y los cristianos más maduros conversaran sobre el sermón del domingo y lo aplicaran unos a otros de manera edificante durante la semana? Cuando esto sucede, crecemos «en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo» (Ef. 4:15). Esa es nuestra meta: una iglesia de creyentes maduros que están equipados para el ministerio por aquellos que predican y enseñan el evangelio, mientras se ayudan unos a otros a parecerse más a Jesús, y así, multiplicarse y reflejar la imagen divina al mundo y a los poderes cósmicos.
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