¿Qué quedará cuando ya no estés?
Albert Mohler
¿Qué dejarás cuando te vayas? Al fin y al cabo, ¿qué permanecerá luego de tu partida? El líder que no se preocupa por dejar un legado es alguien que dejará la tarea inconclusa. Nadie permanece para siempre. Los líderes prestan servicio durante algún período de tiempo, largo o corto, pero el plazo del liderazgo siempre expira. Esa es una de las verdades más aleccionadoras sobre el liderazgo y todo líder debe comprender que todo lo que contribuyamos, construyamos y soñemos puede perderse con mayor rapidez de la que podamos imaginar.
Sin un legado, nuestras vidas y nuestro liderazgo suman poco más que un compás de espera en un mundo decadente. Nunca deberíamos descontar el valor de ese compás de espera en un mundo caído; además, las vidas que son alcanzadas y transformadas por la misión a la que servimos tienen verdadera importancia. Pero si todo se hace añicos cuando nos vamos, no acabamos nuestra tarea.
La preocupación central del líder respecto al legado es perpetuar la convicción. Lideramos porque nos dominan profundas creencias que maduran para convertirse en convicciones. Nuestro liderazgo consiste en desarrollar esas convicciones en otros, que luego actuarán juntos al servicio de esas creencias, motivados a actuar de manera conjunta en la misión de compartir esas convicciones y ponerlas en práctica ante el mundo que observa. El líder por convicción lucha hasta el final para ver que otros tomen las creencias fundamentales y que luego se unan a la misión que surge de esas convicciones.
La sucesión en el liderazgo es extremadamente difícil porque, por su misma naturaleza, el liderazgo es muy personal. Yo no seré mi propio sucesor. Todo el que venga detrás de mí tendrá sus propias ideas, sus propias pasiones y su propia visión del futuro. Esto no solo es aconsejable, sino que es necesario. La organización necesitará una nueva voz, necesitará ver con nuevos ojos y necesitará una nueva visión. El líder saliente debería celebrar estos aportes y hacerse a un lado. No obstante, las creencias fundacionales de la organización son un asunto diferente. Los líderes por convicción no pueden sentirse satisfechos al ver que esas creencias se disminuyen, se marginalizan o se comprometen. En tanto que asumimos la mayordomía de liderar, debemos indicar con claridad y públicamente que la continuidad de la convicción es esencial.
Sé que al escribir estas palabras me preparo para una futura confrontación con mi propia advertencia, así que seré más enfático aún. Cuando mi permanencia en el liderazgo haya terminado, mi responsabilidad será hacerme a un lado y celebrar la nueva visión, las nuevas estrategias, las nuevas prioridades y los nuevos planes que mi sucesor desarrollará. Tendré que entender que mi oportunidad para establecer esas realidades ha terminado. Pero las convicciones son algo completamente diferente. Si mi sucesor intenta trastocar las verdades sobre las cuales se estableció esta institución, haré todo lo posible para detener esa subversión, aunque implique asediar a mi sucesor desde la tumba, a través de la memoria.
John Piper enfoca con claridad esta nueva visión de nuestras vidas cuando escribe:
“Terminar la vida para la gloria de Cristo significa resistir resueltamente el típico sueño americano de la jubilación. Significa estar tan satisfecho con todo lo que Dios promete ser para nosotros en Cristo que quedemos libres de los antojos que crean tanto vacío e inutilidad al jubilarse. En cambio, saber que tenemos una herencia infinitamente satisfactoria y eterna en Dios en el horizonte de la vida nos vuelve celosos en los pocos años que nos queden aquí para gastarnos en los sacrificios de amor, no en la acumulación de comodidades.”
Un fragmento del libro Un líder de convicciones: 25 principios para un liderazgo relevante (B&H Español)
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