La diferencia entre creer y creer
Matthew Hall
Estoy convencido de que hay pocas promesas más hermosas y que provean más paz que la que el apóstol Pablo presenta en Romanos 10:9. Hay una profunda simplicidad en ella: confiesa a Jesús como Señor, cree en Su resurrección con tu corazón, y serás salvo. Mientras los sistemas falsos añaden ciertas obras para ganar o merecer la salvación, el evangelio de Cristo es escandaloso: es Otro el que cumple la ley a la perfección y quien ganó la salvación en nombre de todos los que confían en Él como su sustituto. No podemos hacer nada para ganar nuestra salvación. Al contrario, nuestra única esperanza es que esa “justicia ajena” sea acreditada a nuestra cuenta. Es la naturaleza simple y escandalosa del evangelio lo que nos da esperanza y seguridad.
Algunos cristianos han tomado este versículo para sugerir que solo recitar una oración es lo que salva a la gente. En otras palabras, si podemos hacer que la gente rece la “oración del pecador”, entonces podemos asegurarles que son salvas.
Eso está lejos de la doctrina bíblica de la conversión. La Palabra de Dios deja en claro que somos salvos solo por fe. Nuestras buenas obras no nos ganan nada delante de Dios. De hecho, Isaías 64:6 dice que son como trapos de inmundicia. Si el acto verbal de rezar una oración fuera lo que nos salvara, sería una forma de justicia por obras. Llegaríamos a la conclusión de que el factor determinante de nuestra salvación sería haber “rezado la oración”. Pero la cuestión clave en el evangelio es la fe.
¿Y cómo luce la fe cuando Dios por gracia la otorga a un pecador? Es espectacularmente simple. Se trata de una confesión de fe y una creencia, una confianza en la obra salvífica de Jesús y Su tumba vacía. Ese es el punto de Romanos 10:9. No hay nadie, sin importar la raza, la clase social, la etnia o el género, que esté demasiado lejos para ser reconciliado con Dios.
Como Pablo aclara más adelante en Romanos y en el resto de sus epístolas, nuestra fe por fuerza dará frutos. O, como dijo Martín Lutero: “Somos salvos por la fe sola, pero la fe que salva no está sola”. La fe salvadora siempre se manifestará mediante buenas obras en las vidas del pueblo de Dios. Sí, vamos a ser imperfectos y tropezaremos con el pecado. Pero la vida de alguien que ha confesado a Cristo como Señor y ha creído en Él es una vida que también exhibirá el fruto del Espíritu. Esta es la razón por la que solo un par de capítulos más adelante, Pablo da una lista bastante explícita de mandamientos y expectativas de lo que debe caracterizar a un cristiano.
Si eres cristiano, es por la simple promesa del evangelio de Jesucristo. Ni tú ni yo hicimos nada para contribuir a nuestra salvación o para merecerla. Por el contrario, es un don gratuito de Dios. ¡Gracias a Dios por esa buena noticia! Pero recuerda la exhortación del mismo apóstol Pablo “ocúpense en su salvación con temor y temblor” (Fil.2:12). Esto es lo que significa ser un discípulo, salvo por gracia y llamado a seguir a Cristo como maestro. Gracia y misericordia indescriptibles, que nos llaman a una vida que dé testimonio del reinado de Cristo sobre el universo.
Un fragmento del libro Textos fuera de contexto (B&H Español)
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