Una respuesta bíblica a ideas erróneas
Bob Kauflin
Hablar de la presencia de Dios puede ser algo confuso. Alguien anunciaba que podía enseñar “cómo hacer que descienda la presencia y el poder de Dios a través de la música”. ¿Acaso podemos hacer eso? ¿Cuál es la verdadera conexión entre la música y la presencia de Dios? Si Dios está presente en todas partes, ¿por qué estamos más conscientes de Su presencia en ciertos momentos? ¿Es la adoración congregacional el primer escenario donde debemos esperar encontrarnos en la presencia de Dios? ¿Cómo podemos, verdaderamente, obedecer el mandamiento de “Busquen Su rostro continuamente” (Sal. 105:4)?
Respuestas inadecuadas a estas preguntas pueden llevar al emocionalismo, la superstición, el desánimo o a algo peor. Pero que se den respuestas incorrectas no anula la verdad de que Dios habita en medio de Su pueblo. Entender correctamente la presencia de Dios nos lleva a deleitarnos, y se convertiría en algo que buscaríamos y anticiparíamos.
La Escritura revela la consoladora y formidable realidad de que Dios está presente en todas partes. “¿Adónde me iré de Tu Espíritu?”, pregunta David. “Adónde huiré de Tu presencia? Si subo a los cielos, allí estás Tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí Tú estás” (Sal. 139:78). Pero mientras Dios está presente en todas partes, Él también escoge, a veces, localizar Su presencia, como lo hizo para Moisés en una zarza que ardía en el desierto (Ex. 3:2).
Y ahora, a través de Su Espíritu, Él promete estar presente en Su pueblo. A causa de nuestra unión con Cristo, la iglesia es “la morada” de Dios sobre la tierra, el nuevo “templo”, el lugar donde vive Dios (Ef. 2:1922). Puesto que este templo es donde Dios escoge revelar Su presencia, debemos esperar que cuando nos reunimos en Su nombre, Él estará con nosotros. Y es así. Él ha prometido estar presente cuando nos congregamos. Jesús prometió Su presencia “donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mat. 18:20).
Dios está también con nosotros cuando se cantan Sus alabanzas. El Espíritu Santo inspira nuestros salmos, himnos y cantos espirituales que cantamos entre nosotros (Ef. 5:1819).
Dios también ha prometido estar con nosotros cuando celebramos la Santa Cena. Lo que celebramos es más que un recordatorio o un puro símbolo. El Salvador resucitado está presente con nosotros a través de la fe mientras recordamos Su obra de reconciliación. Estamos siendo profundamente fortalecidos en nuestra unión con Él y unos con otros.
Dios revela Su presencia no solo a través de los medios que ya he mencionado sino también a través de los dones espirituales, los cuales debemos “desear ardientemente” (1 Cor. 14:1).
Pablo declara en 1 Corintios que el Espíritu da manifestaciones de Su presencia “para el bien común” de la iglesia (12:7). Al ver y escuchar evidencias de la actividad del Espíritu en nuestras reuniones, nos percatamos de que Dios está realmente con nosotros y desea edificar, fortalecer y animar a la iglesia a través de Su gente.
El Espíritu de Dios está operando en una variedad de maneras. Él podría repentinamente traer a tu mente un pensamiento de la Escritura que afecte la dirección de la reunión. Tú podrías ser guiado a detener la adoración y dirigir en oración por una necesidad específica. Queremos estar muy atentos para escuchar lo que el Espíritu podría estar guiándonos a hacer mientras cuidamos al pueblo de Dios. Nosotros honramos al Hijo y traemos gloria al Padre al permitir que el Espíritu opere poderosamente a través nuestro.
Un fragmento del libro Nuestra adoración importa (B&H Español)
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